06 diciembre 2006

Viejo Cachivache

El Viejo Cachivache troca y reubica anatomicamente la parábola del viejo zorro: pierde los dientes pero no las mañas. Algunos sostienen que su bigote bicolor, es una caprichosa particularidad de aquellas células productoras del pigmento melánico de la piel (vitiligo o leucoderma), otros que se debe a una disfunción de la fosa nasal derecha; ambos tienen razón. Con el correr de los años, las articulaciones que unen sus falanges medias de las proximales y éstas con las distales, se han atrofiado a fuerza de aporrear las negras y blancas de los Stenways and Sons, los Rhodes y los MiniMoogs, consolidándolo como uno de los monstruos del rock nacional, en el mas terrorífico sentido de la palabra. En nuestro panorama cultural, se lo respeta como a un monarca, un monarca tirando a absolutista: porque desde niño advirtieron que poseía oído absoluto y ahora de grande carece absolutamente de dentición molar, premolar y canina. Como cualquier monarca, tiene un séquito de obsecuentes que lo ha malcriado en sus tratos despóticos. Es el séquito que lo ha acompañado a colocarle el brazalete a Chupete ("Chupete, ponéte el brazalete"), a Diegote y a su tocayo Charly Nemen, también monarca (mitad mono, mitad garca). Pero la dinámica de las monarquías necesita de la fricción plebeya para seguir manteniéndose sin anquilosamientos, para ponerse a prueba. Y una situación de fricción se le presentó al Viejo cachivache un sábado, en un lugar de la provincia de Córdoba. Luego de la prolongada espera de rigor, Charly el Absolutista se dignó a mostrarse en el escenario y desandó ese derrotero de la destrucción por la destrucción misma, tan negadora de la posibilidad constructiva que alentaba el gran Walter Benjamin: ya en la primera canción rompió dos micrófonos; en la segunda se quejó por el sonido; en la tercera tiró el teclado y pidió una guitarra. La entrega de éste último instrumento provocó lo que muchos Mariscales de Campo denominan point of no return, pues al notar el arisco bicolor que la correa de la viola estaba suelta, empujó al solícito plomo que se la había alcanzado y tiró tres parlantes que estaban instalados en el escenario. Y cuando un Sonidista se dispuso a reacomodar la torre de sonido, se escenificó un cuadro de potente simbolismo histórico, el eterno conflicto de la plebe y la corona, del Tercer Estado o Estado Llano y el monarca absolutista (si Luis XIV dijo "el Estado soy Yo", Charly dice "Rock ´n Roll Yo"): el Viejo Cachivache se volteó para azotar al plebeyo, como acostumbra a hacerlo cuando las cosas no salen aceitadas y el plebeyo reaccionó. Devolvió el golpe que vengó a todos los Quarantas, Quebrachos y Tavernas. El Rey fue depuesto (o mejor dicho, puesto) por un instante que fue eterno y desnudó toda su humanidad mientras cayó despatarrado entre cables, cajas e instrumentos: "¡Shos un negro de mierda, pelotudo!". El insulto fue un silbido que liberó su boca desdentada, un silbido de aliento alcohólico que solo fue resistido por los dos dientes frontales del maxilar superior. Dientes fieles a la Corona y que decidieron no abandonar la desvencijada encía. El Viejo Cachivache fue conducido a su limusina, donde su mente lo retrotrajo a mejores épocas. Como aquella vez en que otro exponente de la plebe se le subió al escenario con una pistola de plástico, queriendo jugar a Mark Chapman. Charly empalideció y se desmayó. Cuando lo reanimaron a fuerza de Chivas Regal y le explicaron que todo había sido un mal chiste, sólo levanto el dedo índice de su mano derecha. Charly no besaría el pavimento del Dakota Building. Rapidamente, fieles esbirros sujetaron al bromista, dos por brazo; y el Monarca se dispuso a escarmentar al insurrecto, con la misma energía y rencor con que lo haría el Señor Burns. Y lo estuvo golpeando todo el tiempo, lo volvió y lo volvió a golpear. Y le siguió pegando abajo.