
El Periodismo deportivo local, es un valioso muestreo del calamitoso estado de nuestra intelectualidad. El género, virtualmente reducido al análisis futbolístico, se muestra pletórico de individuos de escasas lecturas, que envuelven en las plúmbeas nubes del mas aburrido nonsense, a cualquier especulación que aborden sobre esta ¿porción?, ¿muestra gratis? del Periodismo. En solución circular (o mejor dicho, espiralada hacia la nada misma) cual recurso borgeano, el periodismo futbolero se alimenta a sí mismo. Arroja interrogantes autoprovocados, de los cuales surgen nuevos conflictos: ni los viejos interrogantes ni los nuevos conflictos encuentran no ya una solución, ni siquiera una vía lógica de análisis. Como un Rey Midas vicioso, el periodista futbolero convierte en plomo lo que toca. Como en botica, hay de todo: el maquiavélico doctor Miembra y su gabinete, el anaranjado relator de cachetada fácil, un ex DT
“que si te agarra no caminas mas, pibe”, un armenio informatizado -que aún informatizado arroja estadísticas erróneas-, Latorre y su implante capilar a lo Woody Woodpecker, el gordo que ensamblaba autopartes, otro ex DT que te adultera hasta el Gatorei, el tatele que parece un simio albino, el desterrado conde Transilvano, el colorado mufa, metrosexuales que la van de pibes de barrio, desaliñados divorciados que posan de intelectuales psicobolches. Las temáticas recurrentes incluyen la interminable violencia en el fútbol, los barras bravas, partidos arreglados, dirigentes, corruptelas, que la Brujita está para la Selección, que el Burrito está para la Betty Ford, bla, bla, bla. Siempre la misma sopa, cortesía de los dogmáticos chefs de TyC y FoxSports
cuisine. Sopa y Circo. Pero como se trata realmente de un teatro clásico, también tenemos un
Deus ex Machina (que es lo mismo que el
Ex-Deus te diga
“que hacés, Maquina!”): se está deliberando sobre la violencia en el fútbol, se buscan responsables, se habla de quita de puntos. Hay un llamado al aire, un respetuoso silencio; los periodistas asumen que es el momento de la comunión, que el Hombre y la Palabra llegaron para echar luz sobre aquél pantano verbal. Una voz de ultratumba:
“Grondona, Grondona, Grondona ehhhr… Grondona sabe lo que tiene que hacer”. Otro silencio se hace presente, pero esta vez para meditar sobre lo que acaba de ser revelado. Dios nos tiene acostumbrados a sus crípticas parábolas (lo de la paja y la viga, lo del camello y la aguja, etc). Por esa razón tenemos evangelios y miles de comentaristas de la Palabra. ¿Qué se quiso decir?; así la maquina vuelve a funcionar, se retroalimenta y se autodevora. La dialéctica hegeliana en el potrero.
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